El jeque Khalifa estaba aburrido de las posibles esposas que
desfilaban ante él. Por eso cuando descubrió a la dulce e inocente Beth
Torrance en la playa del palacio, recibió tan agradable distracción con los
brazos abiertos... Beth había llegado a la isla siendo virgen e ingenua, pero
se marchó con una gran esperanza... y con el futuro hijo del jeque en su
vientre. Cuando el sultán del desierto juró que tendría a su heredero y que
convertiría a Beth en su amante permanente... ella no pudo hacer otra cosa que
acatar el mandato real.
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