El rey EnriqueVIII se siente frustado por sus propios fracasos matrimoniales, y castiga a un noble insolente ordenándole que se case con la vagabunda a la que atraparon cuando estaba intentando robar un caballo. Stephen de Lacey es un viudo frío y amargado, y está acostumbrado a los caprichos maliciosos y arbitrarios del soberano; para él, su nueva esposa es una inconveniencia… aunque muy atractiva.
Pero Juliana Romanov no es una ladrona normal y corriente, sino una princesa rusa que se vio obligada a esconderse de los traidores que asesinaron a su familia y que espera poder regresar algún día a Moscovia para vengarse.
Lo que empieza siendo una farsa de matrimonio desembocará en algo imprevisible.
Guapo e incorregible, Oliver de Lacey siempre ha vivido a tumba abierta: el vino, las armas y las mujeres son sus emblemas. Ni siquiera cuando una misteriosa sociedad secreta lo salva de la horca siente el impulso de abandonar sus costumbres libertinas. La única pasión de miste Alondra es su labor clandestina junto a un grupo de rebeldes protestantes que intenta impedir las ejecuciones ordenadas por la reina. Alondra no busca nuevas emociones... hasta que Oliver de Lacey cae por la trampilla del patíbulo y entra en su vida.
Mientras sus destinos quedan indisolublemente unidos en su lucha contra la persecución monárquica, Oliver y Alondra descubren un amor que merece la pena salvar. Un amor por el que incluso merece la pena morir.
Pippa de Lacey, huérfana y luchadora, se ganaba la vida en las calles de Londres gracias a su ingenio y a su talento como comediante. Metida en un buen lío por culpa de su afilada lengua hubo de encomendarse a la clemencia del caudillo irlandés Aidan O’Donoghue. Éste vio en Pippa un entretenimiento mientras esperaba audiencia con la reina Isabel, en cuyas manos descansaba el destino de su pueblo. Divertida al principio, iba a acabar obsesionado con la audaz y traviesa vagabunda a la que acogió bajo su protección. Su extraña alianza, precipitada e impetuosa, rebosaba deseo y encerraba la promesa irresistible de una vida que ambos deseaban desde siempre y que nunca habían creído poder conseguir.
Guapo e incorregible, Oliver de Lacey siempre ha vivido a tumba abierta: el vino, las armas y las mujeres son sus emblemas. Ni siquiera cuando una misteriosa sociedad secreta lo salva de la horca siente el impulso de abandonar sus costumbres libertinas. La única pasión de miste Alondra es su labor clandestina junto a un grupo de rebeldes protestantes que intenta impedir las ejecuciones ordenadas por la reina. Alondra no busca nuevas emociones... hasta que Oliver de Lacey cae por la trampilla del patíbulo y entra en su vida.
Mientras sus destinos quedan indisolublemente unidos en su lucha contra la persecución monárquica, Oliver y Alondra descubren un amor que merece la pena salvar. Un amor por el que incluso merece la pena morir.
Pippa de Lacey, huérfana y luchadora, se ganaba la vida en las calles de Londres gracias a su ingenio y a su talento como comediante. Metida en un buen lío por culpa de su afilada lengua hubo de encomendarse a la clemencia del caudillo irlandés Aidan O’Donoghue. Éste vio en Pippa un entretenimiento mientras esperaba audiencia con la reina Isabel, en cuyas manos descansaba el destino de su pueblo. Divertida al principio, iba a acabar obsesionado con la audaz y traviesa vagabunda a la que acogió bajo su protección. Su extraña alianza, precipitada e impetuosa, rebosaba deseo y encerraba la promesa irresistible de una vida que ambos deseaban desde siempre y que nunca habían creído poder conseguir.
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