Caymen Meyers, de diecisiete años, estudia a los ricos como su propio experimento científico personal, y después de años de observación, está bastante segura que solo son buenos en una cosa: gastar dinero en cosas inútiles, como las muñecas de porcelana de la tienda de su madre.
Así que cuando Lander Spencer entra en la tienda a recoger una muñeca para su abuela, solo hace falta una mirada de Caymen para averiguar que es rebosantemente rico. A pesar de sus maneras encantadoras y que él es una de las primeras personas que la consigue, ella es lo suficientemente inteligente como para saber que su interés no va a durar. Porque si ha aprendido de las advertencias de su madre, es que los ricos tienen poca capacidad de atención. Pero Xander sigue apareciendo, a pesar de sus mejores esfuerzos para asustarlo. Y muy a su pesar, ella está empezando a disfrutar de su compañía.
Ella sabe que su madre no puede descubrirlo, no lo aprobaría. Ella preferiría que Caymen pasara tiempo con un rockero local que no ha sido criado por dinero. Pero justo cuando la atención y lealtad de Xander están a punto de convencer a Caymen que ser rico no tiene efecto en el carácter, se entera de que el dinero es una gran parte de la que su relación se basa que nunca antes se había dado cuenta. Y que Xander no es el único por el que debería haber estado preocupada.
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